No sé si son los minutos los que se
tropiezan y rompen el silencio, o es la soledad que se muda conmigo y la
escucho al acomodar su equipaje. Pueden ser también, sólo suspiros míos que sin
destino, vuelven a casa. Guiados por la luz que parece una estrella al poste
atada, entran por los ojos de la casa disfrazados de ventanas. Me encuentran donde siempre, ni un centímetro
más adentro, ni más afuera; con el mismo libro que hiciera que ellos al nacer,
escaparan. ¡Ay, que las letras me sangran el alma! y la soledad, me hace desear
tener alas.
23/8/13
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